
Cerdeña consta de cinco regiones (Gallura, Sassarese, Nuoresse, Oristanese y Cagliaritano). Aristóteles, en sus memorias, cuenta cómo los cartagineses destruyeron, por motivos comerciales, todas las cepas que había en Cerdeña. El primer acto de resurrección del viñedo data del siglo X, y está ligado a los monjes.
En 1297 Jaime II de Aragón se apodera de la isla con la aquiescencia del papa Bonifacio VIII, que le atribuye el derecho a ser Rey de Cerdeña. Los años siguientes a este nombramiento, mediante la carta de Logu de Eleanora d'Arborea (1392), se obligó a los propietarios a cercar sus viñedos y facilitar su custodia. Además de ganar para el cultivo del viñedo todos los terrenos donde no había cuajado ningún otro viñedo.
A la dominación aragonesa se debe, entre otras cosas, la introducción de diversas innovaciones de la técnica agrícola; como los sistemas de conducción de la viña y la poda en alberello (vaso), todavía hoy vigentes en la isla. A partir del año 1479, Cerdeña pasa a ser dominada por España, consiguiendo nuevos mercados para el vino como Flandes e Inglaterra.
Los españoles, por el Tratado de Londres de 1718, dejan Cerdeña a los Saboya a cambio de Sicilia. A partir de aquí los piamonteses fueron los responsables del desarrollo de la agricultura sarda. De allí la herencia dejada, porque los vinos sardos son únicos. Allí tenemos los vinos Cannonau, el más conocido de la isla.
El Carignano, producido en Sulcis y en las islas de San Antioco y San Pietro. Es un vino con denominación de origen típico de la zona de Sulcis. También está el vino Malvasia, probablemente importado de Grecia en la época bizantina, se produce como vino con denominación de origen tanto en Bosa como en Cagliari. Finalmente está el Mónica es un vino con denominación de origen del cual se tiene conocimientos en Cerdeña desde hace más de mil años. Existe la versión de Cagliari y la de Cerdeña. Ambos tienen un sabor seco, cálido, sabroso y agradable al paladar. Entre los más destacados
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